Era costurera y miembro de la Asociación Nacional para el Avance del Pueblo de Color, no se conformó con una situación que consideraba injusta.
Muchas veces pongo este ejemplo en clase cuando los estudiantes me dicen que no podemos hacer nada para cambiar las cosas. Sin duda el primer paso es ser consciente de las injusticias, de los abusos. El segundo es no aceptarlas. Las acciones vendrán después.
En estos días he podido leer en prensa algo semejante a lo de Rosa Parks, una mujer nuevamente tuvo la decidida voluntad de no plegarse ante una legislación injusta.
Lubna Ahmad Al Hussein es sudanesa y en su país la dura Sharia rige la moralidad, sobre todo de las mujeres, con criterios de hace mil años. Llevaba pantalones en un restaurante y fue denunciada a la policía que vela por el cumplimiento de las normas sobre el vestido. El castigo son 40 latigazos. Pero esta ley es tramposa, el tribunal no iba a proceder contra ella porque trabaja para la ONU, se habría conformado con el pago de una multa. Al final muchas de estas normas tienen un objetivo claramente económico.
Pero Lubna no se dejó callar y se negó a acatar la decisión del tribunal, fue a la cárcel con el objetivo de denunciar a nivel internacional la situación por la que están pasando las mujeres de su país.
Las que poseen un estatus social acomodado en Sudán sobrellevan como una molestia esta normativa, pero son las mujeres más pobres las que soportan un escenario trágico por culpa de la policiía de la moralidad. "Las vendedoras de té y café, generalmente refugiadas de Darfur y del sur de Sudán, se ganan la vida en la calle vendiendo al público que pasa su pobre mercancía pues sólo así pueden ganar el pan de sus hijos . Se ponen con un par de taburetes en cualquier acera y ofrecen sus infusiones a los transeúntes. A ellas las detienen más intensa y más arbitrariamente que a la mujer común y corriente, porque éstas pueden evitar andar por la calle. Las vendedoras de té no tienen alternativa. Están expuestas en todo momento. Las detenciones son muy violentas con ellas. La mujer es apaleada en el camino hacia el coche patrulla y se han visto escenas en las que los policías vierten el agua ardiendo sobre ellas. Con frecuencia son violadas en comisaría. Después pagan una multa. Y vuelven el día siguiente a la acera". Es una lamentable explotación de personas indefensas por parte de un estado.
La iniciativa de Lubna ha permitido ciertos cambios: ya no se persiguen los pantalones sino las faldas y las familias de las mujeres denunciadas y sentenciadas están recurriendo a los tribunales. Los ciudadanos comienzan a moverse.
Los gestos, las acciones, a veces pequeñas, son importantes aunque no salgan en los libros de historia, han permitido cambios sociales determinantes en la lucha por la igualdad y contra la discriminación.
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